miércoles, 1 de octubre de 2014

Pensamientos de una tarde de otoño...

Hoy voy a escribir todo lo que me venga a la cabeza. Sin pensar, sin pausas, sin prisas, sin ti. Hoy estoy sin ti, y hace unas semanas, cuando te fuiste, te llevaste un trozo de mi corazón cuyo hueco vacío duele cada día más y más. Mi mundo se paró. Jamás podría explicar todo lo que siento porque aun no se han inventado palabras que pudieran reflejarlo, o gritos, o lágrimas. Sólo puedo decir con claridad que siento un agudo dolor en el pecho, ese que no te impide llevar una vida normal pero está ahí, siempre ahí. Me haces falta. Es estúpido decirlo porque es tan imposible como lógico, tan doloroso como evidente, pero daría toda mi vida por verte tan solo una vez más. No, no estoy loca. Ese pensamiento me persigue desde hace más de dos meses; ¿Por qué tú? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no otro? Si pudiera, tan solo si pudiera pedir un único deseo, sería que volvieras, o cambiarme por ti, o irme yo, pero que tu estés. Me destruiría a mi por salvarte. No puedo. No se como seguir. No me imagino una vida sin ti. Todo pierde su sentido si ya no estás, pero sé que estás, que siempre vas a estar. Lejos, horriblemente lejos, a donde no puedo llegar, pero estás. No me abandonas igual que yo jamás te abandoné a ti. Me dabas las gracias, ¡qué locura que lo último que haya escuchado de ti fueron tus gracias! Una parte de mi vida se iba para siempre, mi mundo caía en picado y todo era oscuridad, dolor, desesperación; y me dabas las gracias. Qué poco creíble y que injusto. Qué injusta es una vida de ti.

lunes, 28 de julio de 2014

Dolor

Le pregunté por qué sufría, y sobre todo por qué callaba como si tratara de esconder su dolor. No me parecía inteligente. Compartir sus penas podía ayudarle. Veía sufrimiento en su mirada, oscuridad, tristeza, desesperación. Cada día le hacia la misma pregunta y siempre recibía la misma respuesta: "no me pasa nada". Pero no le creía. Le conocía y sabia que me estaba mintiendo. Entonces le aconsejé coger un trozo de papel y plasmar en él todo su dolor. Siempre se le había dado bien escribir y pensé que lo que le rompía los huesos por dentro y le oscurecía la mirada también podía servirle de inspiración.

Claramente no escribió nada., pero en un cierto momento su respuesta me produjo un escalofrío. Todavía la recuerdo.


"La inspiración no es compatible con el dolor. No es algo que vaya unido. Cuando algo realmente malo sucede, algo que te frena la respiración y hace que te estalle el corazón en mil pedacitos, en lo último que piensas es en escribir. Sobre el verdadero dolor no se habla, no se escribe, no se grita. Una vez que el corazón te estalla, las manos empiezan a temblarte descontroladamente y se te nubla la vista, lo único que quieres es desaparecer. Cierto es que cuando sufres de verdad no quieres compartir ese sufrimiento con nadie. No quieres ver a nadie, hablar con nadie, no quieres ni verte a ti, ni seguir existiendo o respirando, o seguir viviendo. El dolor es un tsunami que llega y arrasa con todo; tu consciencia, tu respiración, el ritmo de tu corazón, la fuerza de tus piernas, las ganas de seguir viviendo. Hay cosas que no se pueden explicar, compartir o decir; esta es una de ellas."

miércoles, 16 de julio de 2014

"Sept jours pour une éternité" -Marc Levy

-Pero entonces, ¿qué haría usted para hacer el bien, el bien máximo?
-¡Haría exactamente lo que tú haces! Daría a todas las personas con las que me relaciono la esperanza de todos los posibles. Hace un rato has inventado una cosa maravillosa si darte cuenta.
-¿Qué he hecho?
-Al pasar por delante de mi arco, me has sonreído. Poco después, ese detective que viene muchas veces a comer aquí ha pasado en coche y me ha mirado con su eterna cara de gruñón. Nuestras miradas se han cruzado, le he ofrecido tu sonrisa y, cuando se ha marchado, la llevaba en los labios. Sí, lo he visto. Así que, si confiamos un poco, se la habrá trasladado a la persona que haya ido a ver. ¿Ves ahora lo que has hecho? Has inventado una especie de vacuna contra el instante de malestar. Si todo el mundo hiciera eso, dar simplemente una sonrisa una vez al día, ¿te imaginas el increíble contagio de felicidad que se extendería por la Tierra?

lunes, 7 de julio de 2014

It´s hard to say goodbye.

Creo que lo más duro de todo fue despedirme de ti. ¡Oh, bueno! No fue duro. Fue fastidioso, triste, desgarrador, ruinoso, devastador, insoportable. No, no fue solamente duro. Todavía recuerdo como uní toda la valentía del mundo, aquella que siempre me había caracterizado pero que ahora estaba en un lugar lejano e inalcanzable. Como respiré una y otra vez. Como revisé mi maleta, me miré en el espejo, observé la calle por la ventana, me cepillé el pelo, bebí agua, revisé el correo. Hice mil y una cosa por aplazar lo inevitable, para alargar un poco el momento de mirarte a los ojos y decirte adiós por última vez. El momento llegaba; lo decía el reloj, el taxista que tenía que estar por llegar y la tristeza en mi mirada. Salí de mi casa y me dirigí a la tuya que estaba tan solo a una manzana. No sabia si te encontraría solo o acompañado, despierto o dormido, sobrio o ebrio, con ganas de verme o no. No lo sabia y tampoco me importaba. Jamás me iría sin mirarte a los ojos por última vez, sin sentir por ultima vez todo aquello que me provocaba estar a tu lado. Recorrí la carretera con la cabeza gacha, subí los peldaños de tu porche, llamé a la puerta. Silencio. ¿Qué si no estabas? ¿Qué si te habías ido? ¿Qué si ya nunca mas te veía? Volví a llamar. Silencio. Llamé de nuevo; sin respuesta. Me senté en las escaleras mirando la tierra mojada que había delante. No podía moverme, no quería, mis piernas no me dejaban; se ve que por una vez se habían aliado con mi corazón y no con mi cabeza. El final había llegado a una velocidad que daba vértigo. El verano se acababa, yo me iba y pronto tu también te irías. Todo pasaría a formar parte del recuerdo. Los amaneceres en la playa, el café de la media tarde, las películas de terror en mi casa, los chupitos de tequila en la tuya. De repente la puerta se abrió. Me levanté de un salto y miré hacia atrás. El corazón me iba a mil por hora. ¿Qué hacia ahora? ¿Qué podía decir?
-Hola
Tu compañero de piso me miraba desde la puerta.
-He venido a despedirme de...
-Sí, ya lo se.
Se giró y gritó tu nombre. Escuché unos ruidos que se convirtieron en pasos. Luego apareciste tú.
Nunca te había visto así. Estabas recién levantado, ibas despeinado y no llevabas nada mas que unos calzoncillos negros. Me tembló la voz.
-He venido a... a despedirme.
-¿Te vas ya?
-Sí, el taxi viene en media hora.
Se hizo el silencio. Nadie sabia que decir.
-¿Cuando te vas tú?
-En tres días, pero tengo que hacer las maletas ya. Pasaré este tiempo en un hotel del pueblo.
Claro. Tú también te ibas. La temporada de veranear en las casas del lago se terminaba hoy. Toda la costa permanecería cerrada y silenciosa hasta volver a llenarse de adolescentes en junio del verano siguiente. Mis compañeras querían volver, yo no me atrevería. Sería insoportable pisar la misma playa y saber que al girarme no te vería de pie fumando un cigarrillo en tu balcón.
-¿Qué hora es? -preguntaste.
-Las nueve -contesté.
-¡Mierda! No tenía ni idea -te pasaste la mano por el cabello-, es que después de la noche anterior...
Sonreí. La noche anterior. Recordaba haber mantenido una larga y profunda conversación contigo mientras subíamos de la playa al pueblo. Ojalá no se me hubiera ocurrido beber alcohol antes de eso, ojalá lo recordara todo un poco más claro...
-Bueno, me voy... -dije disimulando el escozor que me producían esas palabras.
-Sí, me tienes en las redes sociales, ¿verdad?
Negué con la cabeza. Tú enarcaste las cejas como si realmente te extrañara que aún no fuésemos amigos en facebook. Te di mi móvil y tú abriste la aplicación de las notas y apuntaste tus datos.
-Cuéntame que tal te ha ido el viaje cuando llegues a casa -dijiste.
Me extrañó que realmente te interesara. Quizá lo dijeras solo por educación, eso era algo que te caracterizaba. Yo era la clase de chica a la que olvidarías nada más poner pie en tu país; tú eras la clase de chico a la que cualquiera recordaría por muchos veranos que pasaran.
-Claro.
Me acerqué a ti. No sé si el propósito era darte dos besos, abrazarte, oler tu perfume o sentir tu aliento cerca de mí por última vez. Tal vez todo eso junto.
Nos dimos un abrazo.
Me separé.
-Adiós.
-Hasta luego -dijiste.
Te miré de arriba abajo por última vez y me di la vuelta. En seguida escuché el chasquido de la puerta. Pronto llegaría a la casa donde me había alojado, cogería las maletas y subiría al taxi. Pronto me habría ido y todo esto habría acabado. "Hasta luego." No habría un luego. No habiamos sido la clase de amigos o amantes unidos que vuelven a verse. En un año ya ni te acordarias ni vagamente de mi nombre. Yo, en cambio, esperaba que para entonces me dolieras un poco menos.

domingo, 29 de junio de 2014

El humo que sale de tu boca, las luces y los libros sobre la mesa.
El té que sabe a despedida, las galletas y tus besos.
Anochece, y nada cambia.
Desapareces, ya no te veo.
Diría que te conozco. Mentira, lo hice pero ahora ya no cuenta.
Yo también he crecido pero aún te quiero.
Lejos se cierra una puerta, un grito, tal vez un beso.
Nada se para aunque tampoco vuela.
Hoy nos echo de menos, mañana ta vez ni me duela.
Fuera hace viento.
El ruido del viejo columpio, los bancos, el olor a viejo.
El ladrido de un perro, las nubes y mis ojeras.
No quiero ver como te alejas, y no se a que espero.
La cama está desecha, la radio ya ni se oye y yo me niego.
Me niego a que te vayas de nuevo, que apuntes mi número de teléfono y luego no llames.
No me lo merezco.
Estás tan cerca y a la vez tan lejos.
Te miro, me guiñas un ojo, yo sonrío.
Tus ojos, tus manos, me pierdo en ellas.
Me pregunto que podría cambiar ahora.
Injusto.
Ahora las plantas ya no florecen. Las hojas no vuelan. Ahora nada crece.
Me pierdo en ti, el problema es que después nunca me encuentro.
No eres mi amigo. Yo no podría y tú no quieres.
Ahora te levantas.
El cigarrillo ha desaparecido.
Me das un beso.
Besos con sabor a humo, a despedidas y grandezas.
¿Por qué te quiero?
No lo sé.
Tú te alejas.